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Lo que el buda enseñó... sobre los gobiernos

Lo que el buda enseñó... sobre los gobiernos

Extracto del libro que leo actualmente “Lo Que El Buda Enseño” de Walpola Rahula sobre los gobiernos

El Buddha no enseñó únicamente la no-violencia y la paz.

En tiempos del Buddha -al igual que en nuestros días- había gobernantes que regían sus países injustamente. El pueble era oprimido, torturado, perseguido, se le imponían cargas excesivas e infligían crueles castigos. Este trato inhumano conmovía profundamente al Buddha. Por tanto, el Dhamma-padatthakatha relata que dirigió su atención al problema del buen gobierno.

El Buddha demostró de qué manera un país podía tornarse corrupto, degenerado y desdichado, cuando los dirigentes del mismo, esto es, el rey, los ministros y los funcionarios volvíanse corruptos e injustos. Para que un país sea feliz, debe tener un gobierno justo. En su enseñanza sobre "los diez deberes del rey", expuesta en el texto llamado Jataka, el Buddha explica cómo esta forma de gobierno justo puede ser llevado a efecto-Hoy en día pueden aplicarse todos los que constituyen un "gobierno": el jefe de Estado, los ministros, los dirigentes políticos, los legisladores y los funcionarios administrativos.

El primero de los "diez deberes del rey" significa, literalmente, practicar la generosidad y la caridad (dana). El gobernante no debe sentir ni avidez ni apego por la riqueza y la propiedad, sino que debe donarlas para bienestar del pueblo.

Segundo: un elevado carácter moral (sila). Nunca debe destruir vidas, trampear, robar, explotar a otros, cometer adulterio, decir mentiras, ni tampoco tomar bebidas intoxicantes.

Tercero: sacrificar todo por el bien del pueblo (pariccaga). Tiene que estar dispuesto a sacrificar toda comodidad personal, así como su nombre y fama, y aun la vida en beneficio del pueblo.

Cuarto: honestidad e integridad (ajjava). En el desempeño de sus funciones, debe estar libre del miedo y de todo favor; debe ser sincero en sus intenciones y no engañar al público.

Quinto: amabilidad y dulzura (maddava). Debe ser afable con todos en su trato.

Sexto: costumbres austeras (tapa). Debe llevar una vida simple, no dejarse sojuzgar por el lujo y practicar el autodominio.

Séptimo: ausencia de odio, de mala voluntad y de aversión (akkodha). No debe guardar rencor a nadie.

Octavo: no-violencia (avihimsa); lo cual no sólo significa que no debe dañar a nadie, sino que también es su obligación esforzarse en promover la paz precautelando la guerra y todo lo que implique violencia o destrucción de vidas.

Noveno: paciencia, indulgencia, tolerancia y comprensión (khanti). Debe ser capaz de soportar, sin encolerizarse, toda suerte de penurias, dificultades e insultos.

Décimo: no-oposición y no-obstrucción (avirodha). Es decir, no debe oponerse a la voluntad del pueblo, ni obstruir ninguna medida tendiente al bienestar del mismo. En otras palabras, debe gobernar en armonía con su pueblo.

Es inútil decir cuan feliz sería un país si fuese gobernado por hombres dotados de tales cualidades. Mas esto no es una utopía, puesto que en el pasado hubo reyes como Asoka de la India, por ejemplo, que establecieron reinos basados en dichas ideas.

Es un consuelo y una inspiración poder pensar hoy día que por lo menos hubo un gran soberano, célebre en la historia, que tuvo el coraje, la confianza y la visión de aplicar esta enseñanza de no-violencia, de paz y amor en la administración de su vasto imperio, tanto interior como exteriormente. Nos referimos a Asoka, el gran emperador buddhista de la India (siglo III a. C.), llamado "el amado de los dioses".

 

El hombre más feliz del mundo

Me había llamado la atención este reportaje de "el Mundo" sobre el el hombre más feliz del mundo, os lo dejo por aquí

En lugar de una casa en la playa ha elegido una vida contemplativa en el monasterio nepalí de Shechen; ha regalado los millones de euros procedentes de sus libros (se han vendido millones de copias en todo el mundo y han sido traducidos a una decena de lenguas); y ha evitado los conflictos propios de la vida matrimonial. El «hombre más feliz del mundo» no sugiere que todo el mundo haga lo mismo para encontrar la dicha. Sólo que aprendamos que la deseada casa de la playa, los millones en el banco o esa pareja tan atractiva tampoco nos conducirán a ella. Aprender a contentarnos con lo que tenemos quizá sí.

  • Vejez: Cuando la agudeza mental y la acción disminuyen, es tiempo de experimentar y manifestar cariño, afecto, amor y comprensión.
  • Muerte: Forma parte de la vida, rebelarse es ir contra la propia naturaleza de la existencia. Sólo hay un camino: aceptarla.
  • Soledad :existe una manera de no sentirse abandonado: percibir a todos los hombres como parte de nuestra familia.
  • Alegría: Está dentro de cada uno de nosotros. Sólo hay que mirar en nuestro interior, encontrarla y transmitirla.
  • Identidad: No es la imagen que tenemos de nosotros mismos, ni la que proyectamos. Es nuestra naturaleza más profunda, ésa que nos hace ser buenos y cariñosos con quienes nos rodean.
  • Conflictos de pareja minimizarlos. Es muy difícil pelearse con alguien que no busca la confrontación.
  • Familia: Requiere el esfuerzo constante de cada uno de sus miembros, ser generoso y reducir nuestro nivel de exigencia.
  • Deterioro físico: Hay que aprender a valorarlo positivamente. Verlo como el principio de una nueva vida y no el principio del fin.
  • Relaciones sociales: Es más fácil estar de buen humor que discutir y enfadarse. Lo ideal es seguir siendo como somos y utilizar siempre que podamos la franqueza y la amabilidad.
  • Felicidad: Si la buscamos en el sitio equivocado, estaremos convencidos de que no existe cuando no la encontremos allí.